Antes de realizar algunas apreciaciones jurídicas al respecto, pido
se me permitan unas breves notas para situarnos en el tema.
Internet, como no, será
una vez más la presunta culpable de que el porno (como muchos otros
tabúes sociales) esté al alcance de la mano de cualquiera que
disponga de una conexión y un dispositivo. Y hoy somos mucho mas que
dos.
Lo cierto es que los
números de esta industria han crecido exponencialmente. Por caso,
hace 10 años atrás, los beneficios de sector en EEUU excedían los
beneficios de las tres mayores cadenas de televisión juntas (ABC,
CBS y NBC). Para que el ejemplo sea mas claro, en China y solo en ese
país, durante el 2013, los beneficios alcanzaban para eliminar la
pobreza del 70% de la población mundial que se encontraba debajo de
ese índice y por el mismo periodo.
Cuando uno entiende que
esta industria aporta el 30% del trafico a Internet, los números
salen solos y todos nos ponemos serios. Más números. Las
estadísticas indican que cada una de las personas que conocemos
miran porno en Internet. El promedio es de 7.5 veces por mes.
Para graficar lo que aquí planteo, nada mejor que una fracción del musical de Broadway “Avenue Q”
Pero mas allá de los
pruritos sociales, lo cierto es que el cine adulto es cine y lo es porque es fruto de una
creación humana y por lo tanto susceptible de ser protegida por los
derechos de autor. No faltarán voces (y jurisprudencia) que digan lo
contrario cuando en ocasiones se tacha a cierto material de carente
de originalidad o creatividad.
El último de los casos
mediatizado por la propia Internet, es el de la Sentencia del
Tribunal de Distrito de Munich, Sala Civil 7ª. En dicho
pronunciamiento, se declara el material cinematográfico reclamado
como objeto de piratería, carente de derechos de autor, por solo
contener escenas de sexo “rudimentario”. (La sentencia aquí, solo en alemán, era tan poco importante que nadie se ha tomado el trabajo de traducirla.)
Pero como en todas las
industrias, la competencia mejora el producto e incrementa
necesariamente la calidad brindada al consumidor. Este último se ha
vuelto exigente y a ellos se les han sumado ellas, las consumidoras.
Es por ello que
hoy, las productoras de cine adulto, necesariamente deben recurrir a
la creatividad para poder ofrecer lo que los consumidores desean
comprar. Y la originalidad radica en la creatividad y todos sabemos
que sin estos componentes, no tendríamos derechos de autor.
Estos cambios existen, para suerte de los consumidores y de los abogados, el
porno está cambiando, necesita cambiar o como predica desde
Barcelona la varias veces premiada directora de cine erótico Erika
Lust, “It is time for porn to change!”
ML
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